lunes, 22 de agosto de 2011

"El Perfume" - Resumen 2da Parte


           Al partir Grenouille de París, dejando atrás su miserable vida tan bien conocida como la de una bacteria y a su vez, a la de una garrapata, había dejado por igual al ahora famoso perfumista Baldini con una infinidad de excelentes fórmulas con increíbles perfumes. Curiosamente, como era de esperarse, al igual que todas las antiguas personas que tuvieron algún tipo de relación cercana con Grenouille, Baldini sufrió su inevitable destino. Su casa, perfumería y todo, se derrumbó llevándose consigo no solo las invaluables fórmulas, sino la vida misma de Baldini.
           
         Grenouille se dirigía a Grasse, con la esperanza de aprender otros métodos de preservar los olores de los objetos pero no solo de eso, sino de los seres vivos y materiales sin aparente olor propio (otra forma de, o no destilación). Se dirigía mediante caminos y se desplazaba por pueblos. Llegó el punto en el que Grenouille estaba harto, desesperado, y enfermo de toparse y tener que oler el molesto hedor de las personas. Es por ello, y por el afán de apreciar el aroma de la naturaleza, que Jean Baptiste continuó con su travesía por la naturaleza (bosques, praderas, etc.). Prefería oler aquellos aquellas especiales esencias y lidiar con árboles, plantas y arbustos. Se encontraba feliz, no había palabras que describieran el enorme suspiro que esto le provocaba. El no oler a la raza humana ni siquiera a kilómetros y tener tiempo sólo para él. El haber evitado los pueblos y lugares concurridos parecieran haber sido la mejor opción.
            En su travesía por los bosques, Grenouille halló una especie de cueva al pie de una montaña. Ya había subido a la cumbre de esta y se había cerciorado de no apreciar en lo absoluto señal alguna de humanos; ni cabañas, ni perros, ni herramientas, nada. Fue allí donde Grenouille obtuvo lo que buscaba en ese momento; paz y tranquilidad. Pasaba los días meditando, razonando, oliendo, hacía lo que quería y apenas notaba pequeñas cosas esenciales que de vez en cuando realizaba para mantenerse en vida como pudiera ser comer, beber, entre otras cosas. Había encontrado una especie de santuario, eso es lo que era, el santuario de Grenouille. Un lugar donde se sentía al fin cómodo y seguro.

            Pasó 7 años de su vida viviendo en aquella caverna y como era de esperarse, los olores, el olfato y la meditación de ellos eran lo más importante. Las necesidades básicas de higiene, alimento, entre otras, no importaban. Comía únicamente lo que tenía a la mano, sin importar si eso fuera un cuervo crudo y casi en putrefacción. Se la vivía en un “sueño eterno” en el que Jean Baptiste vivía en un gran castillo repleto de todos los olores que alguna vez en su vida había tenido la dicha de oler y conocer. Por lo tanto, no cabe la menor duda de que era simplemente inmenso. Cada esencia, cautelosamente guardadas y conservadas en botellas o más bien, bebidas. Esa era la vida del fabuloso Grenouille; se la pasaba bebiendo las irresistibles esencias de su vida en un gran cuarto de color púrpura. Vivía como rey, no más. Tenía a sus sirvientes y todo tenía que ver con él. Disfrutaba de sus intereses y de la buena vida. Hasta que ocurrió una terrible catástrofe. No una cualquiera, no era externa del mundo real; se trataba acercaba de algo interno. Grenouille finalmente se dio cuenta de una de las razones por  las que la gente normal le temía más que por sus dotes de olfato. Se había dado cuenta que no le era posible olerse a sí mismo. ¿Cómo era posible que un hombre con una nariz tan poderosa quien podía oler humanos a kilómetros no pudiera olerse a sí mismo? Había tratado de todo, ¡Grenouille no olía a nada!

            Jean Baptiste tenía 25 años al dejar la cueva. Subió una vez más a la cumbre de la montaña y se dirigió rumbo a Pierrefort y de ahí, a Montpellier. Su apariencia era horrorosa; un hombre decrépito, descuidado, con barba y cabellos hasta las rodillas. Si de por si Grenouille ya daba miedo, ¿qué se podía esperar de él en condiciones abismales? Fue entonces que Grenouille inventó una historia en la que fue raptado, conservado en el subsuelo y alimentado por una canasta que hacían bajar a donde él estaba. El marqués fue quien se encargó de él y quien supuestamente lo curó de la enfermedad “fluidum letale Taillade” mediante tratamientos de ventilación y purificación; lo convirtió en una persona de aspecto normal, con actitudes, y comportamientos aceptables. No era suficiente, Grenouille se metió al taller de Runel (de los mejores perfumistas del lugar) e hizo dos fragancias. Una con un olor bueno más no fenomenal y otro exactamente igual pero con bases de excremento y restos de comida putrefacta (para él). Al untárselo, Grenouille finalmente olía a ser humano y no sólo eso, olía a lo que cualquier persona olería con el perfume común y corriente. ¡Se había unido a conjuntos de gente y finalmente lo notaban! ¡Finalmente podía ser considerado un ser humano!

            Grenouille había ideado un plan; fingió que el perfume del marqués Taillade-Espinasse de raíz de violeta le provocaba enfermarse y sumo disgusto con el fin de persuadir al marques que era aquel perfume el que provocaba enfermedades. Lo había logrado; Grenouille creó un nuevo perfume el cual le proporcionó al marqués y fue destituyó a Runel como el mejor perfumista de aquel lugar. Grenouille se había hecho famoso entre las personas del pueblo. Se había quedado una semanas más, hasta que decidió abandonar la ciudad de tal forma en la que nadie se percató de su huida. 

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